Reposicionamiento: cómo seguir siendo quien eres y convertirte en quien quieres ser

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Este es el caso de un deportista que construyó una identidad incuestionable. Sin embargo, al terminar su carrera profesional, esa definición tan clara se volvió un corsé: una estructura rígida que no lo dejaba convertirse en lo que quería ser.

El peso de ser

El mundo que lo conocía seguía apegado a una versión que había funcionado durante mucho tiempo. Pero esa identidad representaba su pasado. No podía narrar su presente, ni mucho menos proyectar su futuro. La carrera terminó. Ya no era futbolista, capitán o referente.

Muchos jugadores atraviesan crisis profundas en los años posteriores al retiro. Suele vivirse como una jubilación anticipada, impuesta, con todos los impactos emocionales, económicos y de sentido que eso implica. La gran necesidad que afrontan es proyectar un futuro viable sin los ingresos que podían generar con su profesión.

Su camino era otro. No quería convertirse en un recuerdo con buena reputación; quería ser una voz activa con proyectos propios. El propósito estaba claro, pero le faltaba forma. Había determinación para la transición, pero carecía de lenguaje, canales y arquitectura para hacerla realidad. El mercado estaba listo para escucharlo, pero él aún no sabía cómo expresar su propuesta.

Lo que había eran buenas intenciones. Lo que faltaba era una narrativa estrategica.

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Reposicionar no es cambiar de ropa, es cambiar de marco

Durante el levantamiento del proyecto, logramos darle sentido a esta historia. Comprendimos profundamente quién era, qué propósito lo movía y hacia dónde quería ir. Había acumulado experiencias demasiado valiosas en el fútbol como para no aprovecharlas en esta nueva etapa:

  • Lectura de contexto

  • Trabajo en equipo

  • Capacidad de liderar bajo presión

  • Ojo para detectar talento

  • Compromiso con el entrenamiento continuo.

Habilidades que trascendían ampliamente la cancha y podían aportar valor real en los negocios y en la vida emprendedora.

Ordenamos su narrativa desde una perspectiva estratégica. Aquí, el trabajo de consultoría no consistió en un ejercicio superficial de branding, sino en una operación quirúrgica sobre el significado.

Lo primero fue declarar con honestidad el punto de partida: la identidad previa era fuerte, pero también limitante. Y no se podía construir algo nuevo negando lo anterior. Había que integrarlo, reorganizarlo, expandirlo.

El proceso no consistía en definir una nueva etiqueta. Se trataba de cambiar el marco para la toma de decisiones. Algo que le diera unidad a lo que estaba disperso. Y, sobre todo, que ayudara a proyectar con claridad. Porque sin eso, no había posibilidad de elegir con criterio, ni de escalar, ni de comunicar.

Escuchar antes de hablar: el trabajo de entender para poder decir

Se escucharon sus intereses, su forma de pensar, sus dudas, su recorrido. Se escuchó también al mercado: qué están haciendo otros, qué esperan los jugadores en transición, qué necesitan los jóvenes que recién empiezan. Y se escuchó el vacío: qué es lo que todavía no está dicho, qué espacio falta ocupar.

Ese trabajo de campo fue clave. No para acumular datos, sino para construir una posición. No se trataba de "comunicar mejor". Se trataba de decidir qué rol jugar. Y para eso, había que mapear qué otros roles existían, cuáles estaban saturados, cuáles tenían profundidad y cuáles solo tenían volumen.

Allí apareció la ventaja: había muchos perfiles que decían cosas parecidas, pero sin legitimidad o sin coherencia. Y había pocos con la posibilidad real de convertirse en puente entre dos mundos: el del fútbol profesional y el de la conciencia emprendedora.

La identidad como arquitectura de decisiones

El trabajo estratégico no se enfocó en encontrar una etiqueta, una palabra clave ganadora. Se enfocó en formular una identidad operativa. Un marco conceptual desde el cual elegir, priorizar y construir. Esa identidad no se colgó como un cartel. Se usó como una herramienta.

Sirvió para ordenar los proyectos que ya existían, para identificar cuáles merecían continuidad y cuáles no. Sirvió para entender con qué tipo de iniciativas valía la pena involucrarse. Sirvió para traducir intereses en categorías comunicables. Sirvió para diseñar una presencia funcional, no decorativa.

El nuevo marco no era una etiqueta vacía más. Era una forma de leer el mundo: ser un emprendedor consciente. Un articulador de proyectos con impacto. Una figura con compromiso real y foco estratégico.

Era una guía para saber dónde invertir. No se trataba de perseguir oportunidades, sino de alinearse con convicciones. Cada proyecto empezó a responder a una pregunta: ¿esto está alineado con lo que quiero que el mundo entienda cuando escuche mi nombre?

Esa fue la diferencia. La figura pública dejó de ser una consecuencia espontánea del pasado. Empezó a ser una construcción deliberada del futuro.

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Cerrar el ciclo: identidad, estrategia y oportunidad

Una vez definida la identidad, hubo que crear una plataforma donde esa narrativa pudiera desplegarse. No para "mostrar" lo logrado, sino para dar lugar a una nueva conversación. Se diseñó un sitio web, pero no como una vitrina, sino como un espacio organizador de sentido.

Allí se articularon los mensajes, los ejes temáticos, los proyectos, los canales. Todo bajo una misma lógica: hacer visible el cruce entre trayectoria y propósito. Mostrar que la experiencia no se archiva, se reconfigura. Que no hay que elegir entre lo que uno fue y lo que quiere ser.

Las piezas se ordenaron. Lo que antes eran acciones sueltas, hoy responden a una estrategia. Lo que antes eran intuiciones, hoy son acciones fundamentadas en un sistema de decisiones.

Nada de eso tiene valor si no se sostiene. La figura pública no se diseña una vez: se practica todos los días. Cada contenido, cada alianza, cada decisión forman parte del mismo tejido. La autoridad no se impone: se sostiene con coherencia.

Una voz que no solo inspira, también ofrece una oferta clara

Hoy no es solo una presencia con visibilidad. Es una figura con criterio, capaz de habilitar conversaciones nuevas, de conectar mundos que no siempre dialogan y de sostener una propuesta clara, sin perder autenticidad.

No hubo un cambio de imagen. Hubo un reposicionamiento. No habla más fuerte, habla con sentido. Desde un lugar ganado con experiencia, estructurado con estrategia.

Esa claridad le permite ser convocado no solo por lo que fue, sino por lo que hoy puede ofrecer como emprendedor, socio estratégico o inversor: una visión amplia, una brújula propia y una manera concreta de aportar valor.

No dejó atrás su historia. La convirtió en plataforma. Y lo hizo con lenguaje propio, estructura y una oferta alineada con su propósito. Hoy, su camino como emprendedor consciente tiene foco, herramientas y la claridad necesaria para escalar hacia donde realmente quiere estar.

 

Este es el umbral.

Tú también puedes relanzar tu carrera.

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